El proyecto arquitectónico, desde el origen y materialización de la propuesta se manifiesta con lineamientos que están sumamente ligados a los antiguos pobladores, al territorio en torno al cual nuestros ancestros se reunían, y donde la naturaleza se muestra en un aspecto de adoración y ocupación fundamental. Al comprender el lugar, la relación de lo descubierto y la interpretación de lo valioso se entiende la necesidad de conservar y proteger espacios que permitan la reivindicación de las culturas ancestrales.

La propuesta se centra en luces y sombras cambiantes del sol, iluminación privilegiada en el centro del mundo que alteran la realidad. Estas continuarán manifestándose y realizando cada huella ancestral en Rumipamba, la de transformar la realidad y hacerla aparecer como algo distinto. La alteración, la modificación, la evolución de la apariencia de las cosas, es quizás más evidente que su transformación material, y en esa superficie, la luz natural se presenta como el material más evidente, más perceptible y más real; un encantamiento, brindado por los dioses, que sostiene nuestra cercanía a lo inesperado, y nuestra inclinación a una vida en constante cambio y movimiento.

El espacio entendido como algo inamovible, cualificado por valores estéticos, es ya tan sólo una pequeña muestra de lo que existió. El proyecto de reconfiguración del museo de sitio de Rumipamba se desarrolla en una nueva capa con una afectación mínima y sutil, la naturaleza ha sido respetada y apreciada; un espacio que se conforma con ser un trayecto para la contemplación, y que aspira a ser un escenario para la interpretación. La arquitectura queda así cualificada por aquello que está en continua transformación, y conecta con el carácter vital de las personas y la temporalidad, al convertirse éstas en las que modifican los ámbitos donde su actividad se desarrolla.