Ubicado en los jardines de la Iglesia de Guápulo y de los aularios de la UISEK, el templo de luz se posa en la topografía descendente perfectamente alineado al naciente – poniente; se eliminan las barreras entre la plaza del barrio y el espacio verde manteniendo la continuidad del espacio público.

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El volumen arquitectónico toma una forma pura y pragmática que se emplaza en el terreno sorteando los árboles longevos de los jardines. Al interior el espacio se transforma a partir de la alineación del recorrido solar, como si la luz convirtiera la masa rígida en plástica para moldear el espacio y adecuarlo a su conveniencia. Se genera una sinergia dual entre la contención de un prisma puro con una geometría espacial compleja.

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La volumetría se resuelve por una malla estructural modular de 4,50mx4,50m que permite contener el programa tanto en planta como en sección. Este módulo se reproduce longitudinalmente hasta completar el reloj solar.

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El resultado es un espacio que maneja las cualidades de iluminación y forma para despertar y agudizar en el usuario los sentidos. La forma y el tiempo se convierten en los agentes protagonistas del paso del tiempo.