top of page
WhatsApp Image 2021-09-28 at 13.13.46.jpeg

Eje de Taller de Proyectos Arquitectónicos

Enrique Ferreras Cid

Verónica Vaca Proaño

Proyecto y alografía

Construir una definición de lo que constituye el proyecto arquitectónico es una tarea tan ambiciosa como idealista. Partiendo de la base epistemológica de la triada vitruviana, que ha constituido un fundamento de la disciplina durante siglos, la idea de proyecto arquitectónico ha fluctuado a lo largo de la historia entre polaridades falsas: arte y técnica, función y forma, libertad y norma…

Por lo tanto, si algo caracteriza al proyecto, es la tensión constante entre la postura hegemónica de un periodo concreto y la heterodoxia que permite avanzar a la disciplina, en muchos casos por oposición a la condición precedente.

Durante siglos el proyecto arquitectónico ha estado basado sobre la idea de ‘estilo’, hasta que la disciplina no pudo ignorar más las transformaciones derivadas de la revolución industrial y la sociedad posmoderna, y progresivamente esta relevancia fue desplazándose hacia la noción de espacialidad de modo que a día de hoy se podría decir que es “el espacio, protagonista de la arquitectura”.

El transcurso del siglo XX, nos dejó de nuevo una visión heterogénea, incluso en muchos casos contrapuesta sobre la aproximación al proyecto arquitectónico, con la particularidad de que a partir de la segunda mitad de siglo, el protagonismo del espacio ha sido complementado (aunque también en muchos casos cabría decir fagocitado) por cierta performatividad en el proceso proyectual, en la que el aspecto metodológico ha ido adquiriendo progresivamente mayor relevancia.

Esta visión contemporánea sobre la noción proyectual remite de manera ineludible al concepto de alografía que pone la respuesta espacial e intelectual en el centro de la cuestión proyectual. Para el filósofo estadounidense Nelson Goodman, todas las artes nacen autográficas (concretadas física y materialmente por su autor intelectual); pero con el paso del tiempo algunas de ellas, como la arquitectura, se convierten en alográficas (Fernández-Galiano, 2016). Si bien el concepto de alografía es relativamente reciente, su presencia implícita en la disciplina arquitectónica nos remite al renacimiento. Fue L. B. Alberti quien propició la primera separación conceptual entre la idea de proyecto y la mera construcción. 

“Para Alberti la obra de arquitectura se construye primero en la mente y luego, mediante un sistema de notación, se representa y esta representación es enviada al sitio para que los ‘hacedores’ construyan la obra. Es decir, el arquitecto no es el ‘hacedor’, sino el ‘pensador’.” (Miret, 2015, p. 39).

Esto no significa que la labor proyectual esté disociada de la labor constructiva, sino más bien que ambos procesos deben trabajar sinérgicamente; pero sobre todo que la concreción física no es necesariamente una condición sine qua non para la acción proyectual, porque tal y como indica Juan Herreros, el ejercicio proyectual es fundamentalmente un “instrumento de pensamiento y acción” en constante evolución que lucha contra el inmovilismo de la disciplina. Es por tanto un ejercicio de síntesis, que genera reflexiones prospectivas y positivas en búsqueda de posibilidades e interacciones que optimicen la vida de las personas.

“Los arquitectos tenemos un instrumento fundamental de pensamiento y de acción que es el proyecto. El proyecto evoluciona, cambia, demanda nuevas habilidades o se disuelve y reconfigura en nuevos relatos. [...] Pero la esencia del proyecto permanece: el arquitecto como alguien que convierte todo lo que hace en un proyecto, que realiza incursiones en el futuro tratando de vislumbrar opciones y escenarios mejores para la vida de las personas.” (Peñín, 2017, p. 03).

No-neutralidad, No-homogeneidad.

“Podría ocurrir que tuviésemos con las palabras la misma familiaridad que tienen nuestros pulmones con el aire. Que hablásemos como si respiráramos. Sin darnos cuenta. Paradójicamente sería una grave enfermedad. Porque el lenguaje, que da vida a la mente, no tiene la impávida neutralidad del soplo que alienta nuestro pecho.” (Emilio Lledó, 2004).

Las palabras del filósofo español Emilio Lledó que preceden a estas líneas, bien podrían ser extrapolables al ejercicio proyectual. El proyecto arquitectónico, como todo proceso mental humano, no es en absoluto neutral y precisa de una postura ideológica que le otorga a la disciplina una visión social, puesto que determina la naturaleza de las relaciones humanas. Cada trazo cuya vocación es convertirse en pared, piso o techo es empleado “primero para dividir y luego para re-unir selectivamente el espacio habitado.” (Evans, 2002, p.50).

Michelle Foucault en el texto “La Arqueología del Conocimiento” (1969) argumenta que no es posible imponer u otorgar un origen único, hegemónico o total a una disciplina, sino que es necesario aceptar que el conocimiento se construye y enriquece, muchas veces desde espacios o por elementos externos que influyen o complementan para estructurar el todo. Por tanto, la aproximación contemporánea demanda ampliar la definición del quehacer arquitectónico, revisando códigos y cuestionando las “reglas” establecidas. Esto implica que el ejercicio proyectual debe asumir la diversidad como una cualidad potencial que enriquece el panorama. Asumir la heterogeneidad como una fortaleza, propicia una búsqueda de una postura propia de quien se expone a diferentes maneras y visiones para resolver a las cuestiones proyectuales, y por tanto el ejercicio proyectual se encuentra en reformulación constante.

 

La construcción del conocimiento de la arquitectura en términos de aprendizaje práctico, tiene una cualidad de evolución progresiva que se evidencia en la estructura formativa de la Carrera de Arquitectura de la UISEK. La intención primaria del eje de Taller de Proyectos, no pretende establecer reglas o métodos exclusivos, sino a proporcionar diversos insumos y herramientas dentro del rigor y la solvencia que demanda la disciplina, para la posterior construcción de una postura propia del arquitecto. Esta condición se logra con el entendimiento crítico de las condiciones y valores que influyen en una respuesta espacial.

 

La configuración de la naturaleza epistémica del eje del Taller de Proyectos Arquitectónicos de la UISEK reconoce a la heterogeneidad como una virtud; la exploración espacial en múltiples escenarios o contextos demanda la consideración de las diferentes variables implicadas desde diversas aristas y perspectivas.

 

Se reconoce, por tanto, que proyectar es la tarea fundamental del arquitecto. Este ejercicio conlleva  la responsabilidad implícita de responder a las preocupaciones y cuestionamientos locales y globales contemporáneos.

 

“Es preciso atender al contexto de los problemas, el local y el planetario. El desafío de la globalidad es el desafío de la complejidad. Existe complejidad cuando hay un tejido interdependiente, interactivo entre las partes y el todo. Y esto ocurre con casi cualquier situación natural o cultural”. (Morín, 2000, p.13)

El arquitecto y el ‘demonio’ de Laplace 

En el siglo XIX, el físico y matemático Pierre-Simon Laplace, imaginó un ‘demonio’ capaz de concebir y responder todos los postulados y ecuaciones newtonianas, de tal manera que podría conocer la posición de todas las partículas del universo en cualquier momento concreto. Esta ‘inteligencia’ podría tener un conocimiento omnisciente de la realidad debido a que podría predecir cualquier movimiento o acontecimiento de cualquier ser u objeto. Si el mundo obedeciera única y exclusivamente las leyes de Newton sería completa e inevitablemente determinista.

El proyecto arquitectónico no es una suerte de ecuación Newtoniana, del mismo modo que el arquitecto tampoco puede convertirse en un ‘demonio’ de Laplace.  La arquitectura no puede permitirse el lujo de asumir el capricho como sustento, pero es fundamental entender que las respuestas a una misma pregunta pueden ser múltiples y las preguntas planteadas a un mismo contexto también. La búsqueda de soluciones espaciales pertinentes se presenta como el elemento que integra o unifica la actuación proyectual con independencia de las situaciones variadas y complejas a las que la arquitectura responde; porque en palabras de Francisco Inza, “proyectar arquitectura [...] es algo parecido a resolver un sistema de ecuaciones que tuviese muchas más incógnitas que ecuaciones”.

 

 

Referencias:

Allen, S.,2009. Practice: Architecture techinique + representation. Nueva York: Routledge

Arnuncio, J.C., 2015. Colgados de una banda de ocas. Madrid:ABADA

Evans, R. (2002). Cuerpos, Puertas y Corredores. En A. Aravena Mori, El Lugar de la Arquitectura (pp. 50-75). ARQ. 

Publicado originalmente en: Evans, R., 1978. Figures, Doors and Passages. Architectural Design, 48(4).

Fernández-Galiano, L. (2016). Arquitectura y vida. Anthropocene, Fifteen Theses. Arquitectura Viva, 189, 17-47. 

Foucault, M. (1969). L’archéologie du savoir. Paris: Gallimad. 

Lledó, E. (2004). Unas notas al margen de 'El fundamentalismo democrático'. El País.

Miret, S. (2015). La técnica y el autor en la era digital. Arquis. Documentos De Arquitectura Y Urbanismo, 6, 36-43. 

Morin, E. (2000). La mente bien ordenada. Seix-Barral, 13. 

Peñín, A. (2017). Entrevista a Juan Herreros. Palimpsesto, 16, 2-5. 

bottom of page