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PRÓLOGO: EVELIA PERALTA

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Ciudad, Docencia y Arquitectura 
25 años de la Facultad de Arquitectura UISEK

 

En nuestra memoria colectiva están guardadas las creaciones de la sociedad humana, la cultura material e intangible. Nos conmueve mirar nuestro pasado delante de nuestros ojos a la manera de las culturas ancestrales; reconocer las realizaciones humanas en el tiempo y en el espacio, aquellas que transformaron drásticamente la naturaleza y el territorio, en latitudes distantes tanto como en la nuestra, de tal modo que a veces lo natural se pierde, porque la obra humana lo absorbe, a veces se entrelazan, se superponen, se diluyen las fronteras. 


En el hacer urbanizador, muchas construcciones se han perdido, han mutado, se han fundido en nuevas realizaciones; en la sucesión de imágenes superpuestas reconocemos el vertiginoso cambio y ocupación del territorio y la emergencia de la ciudad como una creación colectiva extraordinaria de alta concentración humana, de equipamientos y servicios, donde estamos aparentemente juntos, y sin embargo, estamos solos, porque es también el lugar de concentración de injusticias y desigualdades sociales, y es, además, un patrimonio social, a veces declarado de valor cultural. 


Un presente pasado de intensa actividad que la pandemia ha puesto un paréntesis, y en duda, sin embargo, la ciudad está ahí, a pesar de ese extrañamiento y la nostalgia provocados por el obligado distanciamiento. Y sigue siendo tan evidentemente colectiva, aunque no se imprime en ella, el urbanismo deseado, excepcionalmente se erigen ciudades planificadas como una creación profesional, más comunes son los breves trazos, efímeras pinceladas, de segmentos urbanos, las circulaciones, las plazas y parques, los edificios públicos, cuando no son solo resultados de las normas urbanas, y el tejido de los espacios de habitar que entrelaza todo.


Las universidades, inmersas muchas en ciudades, o en sus bordes, siendo ellas mismas ciudadelas, son parte significativa de las instituciones sociales, públicas y privadas, son lugares donde se impulsa la reflexión, la investigación y la creación, espacios de crítica y rebeldía, espacios para desarrollar pensamiento y conocimiento que transforme las realidades culturales, entre ellas las ciudades y la arquitectura. 


En el tiempo, aunque existan persistencias y similitudes entre escuelas, colegios, cátedras y universidades del pasado, la modernidad del siglo XX marcó cambios importantes que la globalización acrecentó. Cambios cada vez más vertiginosos de la revolución científica y tecnológica, que nos sobrepasan y de los que solamente utilizamos algunas de sus posibilidades.
Vivimos en un mundo en el que la mayor accesibilidad social e individual y la mayor velocidad de las comunicaciones, nos permite un conocimiento instantáneo de numerosos acontecimientos que suceden en sitios muy distantes y de un enorme bagaje de descubrimientos y desarrollos científicos y tecnológicos. Sobrecogidos por el enorme caudal de información, la realidad intensa y cambiante en la que vivimos nos convoca a la reflexión, nos compele a no dejarnos arrastrar por la corriente que repite un determinado estado o situación, nos incita a transitar “el camino de la ciencia y la cultura”, nos invita a ser parte de “un amplio, tumultuoso creativo camino de búsquedas y experimentaciones“ y, a la vez, a buscar formas de vida y trabajo con relaciones más colaborativas, afectivas y confluyentes, como las que aspiramos se den en la sociedad.


Nuestras disciplinas y sus productos, reclaman enfoques más integradores y transformadores, superando la adopción de aspectos aunque importantes no decisivos ni totales, como la rapidez, la economía, el control de procesos, en la búsqueda de cambios profundos en los procesos de concepción y concreción del urbanismo y la arquitectura, que contemplen la accesibilidad masiva al habitar, a los bienes y servicios que produce y que tendría que producir, pero no repetitivos como productos de una máquina, como productos únicos, fijos, a lo sumo con productos tipo, sino respondiendo apropiadamente a las necesidades y aspiraciones de las diversidades sociales y culturales de los destinatarios, con las posibilidades que brinda la tecnología actual.


Como lo fue a lo largo de la historia, las respuestas de urbanistas, arquitectos, ingenieros, y otros profesionales y técnicos, serán testimonios para el presente y el futuro, y su valor dependerá, entre otros aspectos, de la coherencia entre el pensamiento, el conocimiento y las obras propuestas en las diversas escalas y complejidades, como expresión apropiada a la relación proyectiva y responsable, entre Sociedad y Naturaleza, para su mutua pervivencia.


En cada momento, en paralelo a las urgencias en las respuestas, los seres humanos hemos abierto un espacio para la utopía, para la experimentación, para la reflexión, que permita ir más allá que la contingencia diaria. A eso estamos convocados; pensemos que, en todas partes del planeta, debido a la crítica situación humanitaria de desigualdad, violencia y soledad, y a la destrucción del planeta, existen otros que sienten, como nosotros sentimos, el impulso a sumarnos a procesos de generalización y apropiación de los nuevos conocimientos, para abordar desde el proceso filosófico y creativo integral, el avance a mayores grados de libertad, desde la innovación a una transformación profunda, en productos alterables, móviles, obras abiertas y participativas, acordes con la revolución científica y tecnológica del presente. 


Las universidades, como ha sucedido a lo largo de su existencia, como centros de estudio, investigación y vinculación con la sociedad, se han enfrentado a diversos desafíos, aportando por distintos caminos críticos al compromiso y responsabilidad social de sus instancias y de sus profesionales.


Veinticinco años de la Facultad de Arquitectura e Ingeniería Civil de la UISEK, motivan profundas reflexiones, de sus autoridades, la Rectora actual y el Rector emérito, de quienes la dirigieron a través del tiempo, de sus ex decanos, de sus ex alumnos, ex docentes, sentando sus bases, sus cimientos, de su actual decano y sus directivos, estudiantes y docentes, que construyen el presente, testimonios todos que van mostrando diversas maneras de trabajar, diversas direcciones, análisis y emocionalidades, que configuran un importante aporte al entendimiento del camino transcurrido y de los desafíos a emprender.


La universidad y sus facultades no están ajenas a la realidad en la que están inmersas, empezando por el lugar, el paisaje, la población, y una arquitectura anclada en el valle y en antiguo poblado de Guápulo. Bajo las luces y sombras de las formas que la historia dio al Santuario y a su entorno, e inmersos en ellas, es cuando la palabra patrimonio plantea un sentido de valor que enseña y genera expectativas. La sugerencia de valorar lo existente, se convierte en realidad, ante la decisión de preservar y utilizar un bien patrimonial, que hace conciencia de la singular casa de la Universidad y de la Facultad.


Este hecho significativo, es un punto de partida que ha dejado una huella importante en todos los que han pasado por sus espacios y continúan en ellos. Refuerza el valor de la arquitectura en la vida educativa. Implica abordar colectiva y sinérgicamente, el reconocimiento del hecho transformador del acto creativo que parte de lo existente, introduciendo cambios que ansiamos sean más que solo el hecho de hacer. Insta al reconocimiento del valor de la práctica del diseño en el taller, como eje, como columna vertebral de la formación del arquitecto, en una comprensión de la experiencia universitaria como un encuentro no solo en la transmisión del conocimiento, sino en el pensar y el hacer, en base del compromiso de todos los actores de la práctica del taller, espacio de “construcción creadora” confluyente de las partes, cuyo objetivo es común.


Todo lo que transforma el ser humano es cultura, la arquitectura es cultura, es un poderoso medio de comunicación y esa es parte de nuestra responsabilidad. Se imbrica la comunicación del proyecto y lo que connota, más allá de su denotación. Todos los aspectos que hacen al proyecto, luego obra, en cualquier escala, provoca más que una mirada lineal, una mirada simultánea y abarcadora, de modo que una “idea-objeto de proyecto” se manifiesta paralela y confluyentemente, a la realización de un todo coherente, en el que espacio, forma, función, relación con el entorno, estructura y sistema constructivo están interrelacionados concordantemente.


Realidad, teoría y práctica confluyen para generar una nueva realidad, cualquier solicitación que motiva el diseñar, plantea disyuntivas, mejorar lo existente o “volver al origen”, esto significa reconocer que las palabras con las que definimos las cosas, o los objetos sujetos de diseño, están cargadas de contenidos, de manera que la palabra y la cosa se funden, como dice Jorge Luis Borges en su poema El Golem “Si (como afirma el griego en el Cratilo) el nombre es el arquetipo de la cosa en las letras de ´rosa´ está la rosa y todo el Nilo en la palabra ´Nilo¨”. 


Toda actividad profesional es compleja, mas la complejidad de la arquitectura como cultura material, es absolutamente excitante, estimulante del diseño que podrá o no tener uno o más métodos para afrontarlo. Ahí otro gran desafío. Superando la opción estilística, encontrar la coherencia de todos los componentes, todos esenciales para hacer del espacio una experiencia poética, un hecho vital, “una obra abierta”, y corresponderse a un tiempo y formas de vida dinámicas y cambiantes. 

Evelia Peralta Arquitecta
TRAMA 

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