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ALEX NARVÁEZ

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Un cuarto de espera

 

Hace ya un lustro atrás, la Universidad Internacional SEK, la institución internacional SEK y sus autoridades emprendieron un camino de ajustes y cambios que exigían los tiempos y coyunturas que se vivían en ese momento.  Las instituciones de educación superior (IES) del país estaban en un momento de reestructuración que permitiría su sostenibilidad académica y su futura gestión administrativa en un marco legal nacional que apuntalaba a la calidad de la oferta académica, como finalidad, tendiendo a mejorar los cuadros profesionales e investigativos del país.  En definitiva, reencaminar a las IES en su roles y funciones dentro de un modelo de desarrollo nacional en el que estas tenían una participación activa de la sociedad a la que pertenecen.  

La Universidad como organismo funcional está compuesta de varios espacios que permiten que este organismo heterogéneo estructure un sistema coherente entre los aspectos académicos, investigativos y administrativos. En esta característica orgánica funcional, las diferentes facultades que caracterizan la oferta académica de la Universidad, debían también ajustarse a las nuevas exigencias del entorno local y nacional.

Apenas superadas las dos décadas, en ese entonces, de vida institucional, se hacía necesario un espacio de reflexión y actuación sobre la estructura interna de la Facultad de Arquitectura e Ingeniería.  Un modelo agotado, desde la gestión coyuntural, en que la oferta académica se administraba “a la carta”, apostando a un comportamiento reactivo sin dimensionar el futuro inmediato, y a mediano plazo, había marcado la precaria situación encontrada. Se hacía imperante entender las nuevas condiciones y construir una visión sólida de una oferta académica que vaya acorde a las exigencias del campo profesional tanto de arquitectos como de ingenieros.  

La premisa sobre la que se construyó esa nueva visión partía del principio de reconocer que las carreras que pertenecían a la Facultad eran carreras clásicas y tradicionales, lo que permite entender la naturaleza de las mismas. Se debía actuar con sutileza, para no perder la génesis del espacio profesional, pero contundentemente en las acciones para devolver la esencia a las carreras.

El reto comportaba construir el futuro en el presente, ir preparando el camino para edificar esa visión de devolver el oficio de la Arquitectura y la Ingeniería a los ulteriores profesionales que la Facultad formaría en breve espacio temporal. Había que construir las condiciones óptimas para que este enfoque pudiese ver la luz en corto tiempo.  

La construcción de la nueva estructura de la Facultad de Arquitectura e Ingenierías fue realizada con el esfuerzo interno de los profesores que conformaban, en ese entonces, la planta docente, con la asesoría externa del departamento de planificación de la UISEK y especialistas en generación de nuevas ofertas académicas; a quienes, aprovecho para agradecer el esfuerzo y dedicación demostrada. En esa coyuntura nacional, la facultad fue reconocida en primera línea con la aprobación de los rediseños de sus diferentes carreras.  Al mismo tiempo, la estrategia consistía en la configuración del ciclo total de formación, tomando en cuenta pregrado, postgrado y formación continua. Vale señalar en ese sentido que: i) el pregrado ya tenía las condiciones para poder iniciar las acciones concretas para la implementación de esta visión integradora de las disciplinas que, históricamente, siempre han trabajado juntas en el campo profesional. La carrera de Arquitectura ve aprobada su nueva malla, mientras que la propuesta de la nueva carrera de ingeniería civil se concreta y se aprueba pocos meses después. Se diseñaron, en tal escenario, mallas complementarias que permitirían a los futuros estudiantes reforzar su formación académica, cursando una serie de asignaturas específicas, adquiriendo los títulos profesionales de ingeniería o arquitectura y viceversa.  ii) El posgrado sería encaminado como oferta académica tanto para arquitectos como ingenieros que quisieran especializarse en los ciclos completos del encargo profesional, teniendo una carga teórica, práctica e investigativa, que se enfocaría en la apertura de la oferta laboral desde el multi-campo de acción que estas disciplinas ofrecen a un profesional. Nació así la Maestría en Proyectos Integrales (MAPI), espacio que permitiría, en el ciclo de formación académica de un maestrando, ofertar la posibilidad de iniciar los estudios de doctorado por medio de convenios con otras universidades internacionales, con las que la Universidad guarda relaciones académicas. La oferta de maestrías en las carreras de ingeniería mecánica y ciencias informáticas, vieron sus estructuras fortalecidas con la incorporación de cuadros profesionales que apoyaron la especialización académica que en estos espacios se realizaron. iii) la formación continua se convertiría en poco tiempo en el espacio de complemento de la formación de los estudiantes de pregrado, postgrado y demandantes académicos externos, vinculados al ejercicio de la profesión en los campos amplios del diseño y construcción.

La coyuntura temporal también comportó el recambio generacional de la planta docente, así como el reforzamiento de ciertos espacios académicos específicos.  Se realizaron sendos llamamientos a concursos públicos de oposición y méritos, de los cuales se conformaron grupos académicos “nouveaux” que se ajustaban a las condiciones y visiones de la formación de los estudiantes.  Conjuntamente y debido al perfil profesional, se requería hacer un plan de formación y fortalecimiento pedagógico/académico, en el cual la componente teórica con la práctica (desde la experiencia de los profesores más antiguos) tendrían un espacio prioritario de transmisión del conocimiento, en lo que se denomina “aula invertida” o lo que comúnmente se conoce en Arquitectura como talleres de diseño.  Una particularidad de este proceso fue el de la paridad de género, basado en las capacidades individuales, que consolidó la oferta docente de la facultad en una situación equitativa.  Se incorporaron a las ingenierías docentes mujeres, espacio que tradicionalmente, en el ámbito local, está conformado por hombres.

En este corto lapso que significó el cambio de estructura de la Facultad de Arquitectura e Ingenierías, algunos temas quedaron pendientes de ejecutar y otras tantas han sido monitoreadas en los últimos años.  Esta actual “nueva” etapa, se presenta como la oportunidad de evaluar, corregir y consolidar procesos pertenecientes al modelo señalado, teniendo como indicador positivo el reconocimiento académico que hace muy poco tiempo atrás obtuvieron algunos estudiantes de la carrera de Arquitectura en sendos concursos académicos nacionales e internacionales.

La oferta académica e investigativa pertinente y comprometida, desde lo que exige la sociedad en la que se desarrolla, es el fruto de un camino recorrido que no exige prisas, pero si constancia; no consiente improvisaciones, pero si visiones frescas; no soporta mezquindades individuales, pero si es grato con el altruismo colectivo.  Que estos primeros veinte y cinco años de experiencias, anécdotas e ilusiones se conviertan en los cimientos de una Facultad caracterizada por el compromiso con sus estudiantes, su gremio profesional y la sociedad que tanto demanda de profesionales de alta calidad.  ¡Felicitaciones!

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